martes, 13 de agosto de 2013

CAPITULO 6: LA RESISTENCIA AL CAMBIO Louise Hay parte 2

Deje en paz a sus amigos A menudo sucede que, en vez de ocuparnos de nuestros propios cambios, decidimos que son nuestros amigos quienes tienen que cambiar. Esto es resistencia al cambio.Cuando empecé a trabajar tuve una clienta que me enviaba a ver a todas sus amigas que estaban en el hospital. En vez de mandarles flores, me hacía ir a mí a remediar sus problemas. Yo llegaba, provista de mi grabador, y casi siempre me encontraba con alguien que estaba en cama y no sabía por qué aparecía yo por allí, ni entendía lo que estaba haciendo. Eso fue antes de que aprendiera a no trabajar nunca con nadie que no me lo hubiera pedido.Hay clientes que vienen a verme porque un amigo les ha pagado una sesión de regalo. Generalmente, esto no funciona, y es raro que regresen para seguir trabajando.Cuando algo nos ha dado buen resultado, es normal que queramos compartirlo. Pero es probable que los demás no estén listos para cambiar en ese momento y esa circunstancia precisos. Ya bastante difícil es cambiar cuando queremos hacerlo, pero intentar que otra persona cambie cuando no quiere es imposible, y puede arruinar una buena amistad.Yo empujo a mis clientes porque ellos me han buscado, pero dejo en paz a mis amigos. Trabaje con el espejo Los espejos nos devuelven la imagen de lo que sentimos por nosotros mismos, mostrándonos claramente qué es lo que hemos de cambiar si queremos tener una vida gratificante y jubilosa.Yo pido a mis clientes que cada vez que pasen por delante de un espejo se miren a los ojos y se digan algo positivo sobre sí mismos. Esta es la manera más poderosa de hacer afirmaciones: mirarse en el espejo y decirlas en voz alta. Inmediatamente uno se da cuenta de la resistencia, y así puede superarla con más rapidez. Será bueno que tenga usted un espejo a mano mientras lee este libro; úselo con frecuencia para las afirmaciones, y para verificar cuándo se resiste, o cuándo tiene una actitud suelta y de apertura. Ahora, mírese en el espejo y dígase: «Estoy dispuesto a cambiar».¿Cómo se siente? Si vacila, se resiste o simplemente no quiere cambiar, pregúntese por qué. ¿A qué antigua creencia está aferrándose? Este no es momento de reñirse. Limítese a notar qué es lo que le pasa, y qué creencia aflora a la superficie, porque se trata de lo que ha estado causándole tantos problemas. ¿Puede reconocer de dónde proviene?Cuando al pronunciar las afirmaciones nos suenan a falsas o parece que no sucediera nada, es muy fácil decir que no funcionan. Pero no es que no funcionen, sino que necesitamos dar un paso previo antes de empezar con ellas. Las pautas repetidas nos muestran nuestras necesidades Por cada hábito que tenemos, por cada experiencia que reiteramos en diversas ocasiones, por cada pauta que repetimos, hay dentro de nosotros una necesidad que corresponde a alguna creencia. Si no hubiera una necesidad, no haríamos o no seríamos eso. Dentro de nosotros hay algo que necesita ser gordo, tener malas relaciones, fracasar, fumar, enfadarse, ser pobre, sentirse humillado o lo que fuere que sea nuestro problema. ¿Cuántas veces hemos dicho que jamás volveremos a hacer eso? Y antes de que termine el día nos hemos atiborrado de chocolate, nos hemos fumado un paquete de cigarrillos, hemos dicho algo hiriente a un ser querido... Y encima complicamos el problema enfadándonos con nosotros mismos: «No tienes fuerza de voluntad ni disciplina. ¡Qué debilidad de carácter!». Expresiones así no hacen más que aumentar nuestro ya pesado cargamento de culpa. Eso no tiene nada que ver con la disciplina ni con la fuerza de voluntad No importa de que estemos tratando de liberarnos: no es más que un síntoma, un efecto exterior. Empeñarse en eliminar el síntoma sin ningún intento de disolver la causa, de nada sirve; en el momento en que la fuerza de voluntad o la disciplina aflojan, el síntoma vuelve a aparecer. La disposición a renunciar a la necesidad- En usted tiene que haber una necesidad de este síntoma —les digo a mis clientes—, porque si no, no lo tendría. Vamos a retroceder un paso para trabajar con su disposición a renunciar a la necesidad. Cuando ésta haya desaparecido, usted ya no tendrá deseos de fumar, o de comer en exceso o de llevar a cabo cualquier otra pauta negativa.Una de las primeras afirmaciones que uso es: «Estoy dispuesto a renunciar a mi necesidad de resistencia (ode dolor de cabeza, estreñimiento, kilos de más, escasez de dinero o lo que sea)». Diga «Estoy dispuesto a renunciar a mi necesidad de...». Si en este punto encuentra resistencia, entonces sus otras afirmaciones no pueden funcionar.Es menester desenmarañar las telarañas en que nos envolvemos. Si alguna vez ha tenido que desenredar un ovillo de hilo, sabe que tironeando para un lado y para otro sólo se consigue empeorar las cosas. Es necesarioir deshaciendo los nudos con mucha suavidad y paciencia. Sea suave y paciente consigo mismo para desenredar sus propios nudos mentales. Busque ayuda si la necesita, pero, sobre todo, cultive el amor a sí mismo mientras lo hace. La disposición a liberarse de lo viejo es la clave; ahí está el secreto. Cuando hablo de «necesitar el problema», me refiero a que, de acuerdo con nuestro personal conjunto de modelos mentales, «necesitamos» tener ciertas experiencias u obtener ciertos efectos externos. Cada efecto externo es la expresión natural de un modelo mental interno. Combatir solamente el efecto o el síntoma es un desperdicio de energía, que a menudo no hace más que agravar el problema. Sentirse « indigno » provoca indecisión Si uno de mis modelos mentales me señala que soy «indigno», es probable que uno de los efectos que obtenga sea la indecisión. Después de todo, la indecisión es una manera de impedirnos llegar a donde decimos que queremos ir. La mayoría de la gente que posterga sus decisiones se pasa mucho tiempo y desperdicia mucha energía reprochándose su indecisión. Se tachan a sí mismos de ociosos y, en general, se empeñan en sentir que son seres «malos». El resentimiento por el bien ajeno Tuve un cliente a quien le encantaba que estuvieran pendientes de él, y generalmente llegaba tarde a clase para llamar la atención. Había sido el menor de dieciocho hijos, y cuando se trataba de recibir era el último de la lista. De niño, estaba siempre mirando cómo sus hermanos recibían lo que fuere mientras él esperaba ansiosamente su turno, y ya adulto, cuando a alguien le iba bien, no era capaz de compartir su regocijo. -Oh, ojalá yo pudiera tener (o hacer) lo mismo -decía en cambio. Su resentimiento por el bien ajeno era una barrera para su crecimiento y su posibilidad de cambio. El sentimiento del propio valor abre muchas puertas Vino a verme una clienta de setenta y nueve años, que enseñaba canto. Varios alumnos suyos estaban haciendo anuncios para la televisión. Ella también quería hacerlos, pero le daba miedo. La apoyé sin la menor reserva, explicándole:-No hay nadie como usted. Limítese a ser usted misma. Hágalo como diversión. En el mundo hay gente que busca exactamente lo que usted puede ofrecer. Hágales saber de su existencia.La mujer llamó a vanas agencias, diciendo:-Soy una persona muy mayor, y quiero hacer anuncios.Poco tardó en aparecer en un anuncio, y desde entonces nunca le ha faltado trabajo. Con frecuencia veo su imagen en la televisión y en revistas. Cualquier edad es buena para empezar una carrera, especialmente cuando se hace por diversión. Con la autocrítica nunca se da en el blanco Autocriticarse es algo que sólo sirve para intensificar la indecisión y la holgazanería. La orientación que hay que dar a la energía mental es la de liberarse de lo viejo y crear modelos mentales nuevos. Dígase: «Estoy dispuesto a renunciar a la necesidad de no ser digno. Soy digno de lo mejor que hay en la vida, y con amor me permito aceptarlo». «A medida que pase unos días repitiendo esta afirmación, el efecto externo que es la indecisión empezará, automáticamente a desaparecer.» «A medida que me cree interiormente un modelo que reconozca mi propio valor, ya no tendré necesidad de negar mis buenas condiciones.» Puede aplicar esta misma actitud a cualquier otra pauta negativa (con su correspondiente efecto externo) que haya en su vida. Dejemos de perder tiempo y energía reprendiéndonos por algo que no podemos dejar de hacer si íntimamente tenemos ciertas creencias. Cambiemos esas creencias.No importa de qué manera lo aborde usted, ni cuál sea el tema de que estemos hablando: tratamos sólo con ideas, y las ideas se pueden cambiar.Si queremos cambiar algo, es necesario que lo digamos: «Estoy dispuesto a renunciar al modelo mental interno que está provocando esto». Puede decírselo y repetírselo una y otra vez, siempre que se acuerde de su enfermedad o su problema. En el momento en que lo dice, está saliendo del grupo de las víctimas y dejando de ser impotente, porque está reconociendo su propio poder. Está diciendo que comienza a entender que fue usted quien creó aquello, y que va a recuperar su propio poder al renunciar a aquella antigua idea y separarse de ella. La autocrítica Tengo una clienta que es capaz de comerse medio kilo de mantequilla y cualquier otra cosa de la que pueda echar mano cuando no puede aguantar sus propios pensamientos negativos. Al día siguiente está furiosa consu cuerpo, porque es gordo. De pequeña, daba la vuelta a la mesa, cuando la familia había acabado de cenar,terminándose lo que quedaba en cada plato, acompañándolo con mantequilla. Sus padres se reían: aquello les parecía muy divertido. Casi se puede decir que era la única aprobación que mi clienta recibía de su familia.Cuando usted se regaña, cuando se humilla, cuando «se da la paliza» a sí mismo, pregúntese a quién está tratando de esa manera.Casi toda nuestra programación, tanto negativa como positiva, es algo que aceptamos en la época en que teníamos tres años. A partir de entonces, nuestras experiencias se basan en lo que en aquel momento aceptábamos y creíamos de nosotros mismos y de la vida. La forma en que nos trataban cuando éramos muy pequeños es habitualmente la forma en que ahora nos tratamos. La persona a quien usted está riñendo es un niño de tres años que lleva dentro.Si es usted una de esas personas que se encolerizan consigo mismas porque son temerosas y pusilánimes,piense que tiene tres años. Si tuviera delante a un niño de tres años que tuviera miedo, ¿qué haría? ¿Se enfadaría con él, o le tendería los brazos y lo consolaría hasta que se sintiera cómodo y seguro? Quizá los adultos que lo rodeaban cuando usted era pequeño no hayan sabido cómo consolarlo entonces. Ahora ustedes el adulto en su vida, y si no sabe consolar a la criatura que lleva dentro, realmente es algo muy triste.Lo que se hizo en el pasado está hecho; lo pasado, pasado. Pero este momento es el presente, y ahora usted tiene la oportunidad de tratarse como desea que lo traten. Un niño asustado necesita que lo consuelen, no que lo reprendan. Si usted se reprende, se asustará más, y no encontrará a quién volverse. Cuando el niño de dentro se siente inseguro, crea muchísimos problemas. ¿Recuerda cómo se sentía cuando lo humillaban de pequeño? Pues de la misma manera se siente ahora ese niño que lleva dentro.Sea bondadoso consigo mismo. Empiece a amarse y a demostrarse aprobación. Es lo que necesita esa criatura para expresar al máximo sus potencialidades. En la infinitud de la vida, donde estoy, todo es perfecto, completo y entero. Todas las resistencias que llevo dentro de mí, las veo sólo como algo a lo que he de renunciar. No tienen poder sobre mí, porque el poder en mi mundo soy yo. Como mejor puedo, me adapto a los cambios que se producen en mi vida. Me apruebo y apruebo la forma en que estoy cambiando. Estoy haciendo todo lo que puedo, y cada día es más fácil. Con júbilo sigo el ritmo y la fluencia eternos de los cambios en mi vida. Hoy es un día maravilloso, porque yo decido hacerlo así. Todo está bien en mi mundo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario