jueves, 22 de agosto de 2013
CAPITULO 7: COMO CAMBIAR Louise Hay Parte 2
Dejarse inmovilizar por el pasado
Muchas personas vienen a decirme que no pueden disfrutar del día de hoy a causa de algo que sucedió en el pasado. Como antes no hicieron algo, o no lo hicieron de cierta manera, no pueden vivir plenamente ahora.Como ya no tienen algo que tuvieron, no pueden disfrutar del presente. Porque en el pasado alguien los hirió,ahora no quieren aceptar el amor. Como una vez que se comportaron de cierta manera les sucedió algo desagradable, están seguros de que volverá a sucederles si actúan de ese modo. Porque una vez hicieron algo de lo cual se arrepintieron, se consideran para siempre malas personas. Alguien les hizo una mala pasada en una ocasión, y ahora están seguros de que su vida no es lo que ellos quisieran por culpa de aquella persona. Porque en el pasado una situación los indignó, ahora se aferran virtuosamente a aquella indignación.Debido a alguna antigua experiencia en que se sintieron maltratados, jamás han querido perdonar ni olvidar.
Porque no me invitaron a la fiesta de fin de curso, hoy no puedo disfrutar de la vida.
Porque en mi primera prueba de selección no tuve éxito, ahora todas las pruebas me aterrorizan.
Porque estoy divorciado, no puedo llevar una vida plena.
Porque mi primera relación amorosa terminó, me he cerrado para siempre al amor.
Porque en una ocasión me dijeron algo hiriente, jamás volveré a confiar en nadie.
Porque una vez robé algo, debo autocastigarme siempre.
Porque de niño fui pobre, jamás llegaré a ninguna parte.
Lo que muchas veces nos negamos a reconocer es que aferrarnos al pasado, haya sido lo que haya sido y pormás terrible que fuera, sólo sirve para hacernos daño.
A «ellos en realidad no les importa, y por lo común, ni siquiera se dan cuenta. Si nos negamos a vivir plenamente el momento presente, sólo nos hacemos daño a nosotros mismos.
El pasado pasó, pertenece al ayer y no es posible cambiarlo. Este momento es el único en que podemos vivir.Hasta cuando nos quejamos del pasado, nuestro recuerdo de él se da en el presente, y en el proceso nos estamos perdiendo la verdadera vivencia de este momento.
Ejercicio:
Renunciamiento
Liberemos ahora la mente del pasado, renunciando al apego emocional que sentimos por él. Dejemos que los recuerdos no sean más que recuerdos.Si uno vuelve a pensar en la ropa que solía usar cuando estaba en tercer grado, eso no tiene por lo general ninguna connotación emocional; no es más que un recuerdo.Lo mismo puede ocurrir con todos los sucesos pasados de la vida. A medida que los desnudamos de su carga afectiva, adquirimos mayor libertad de valernos de todo nuestro poder mental para disfrutar de este momento y crear nuestro futuro. Haga una lista de todas las cosas de las que está dispuesto a «soltarse».
¿Está realmente dispuesto a hacerlo?.
Fíjese en sus reacciones.
¿Qué tendrá que hacer para desprenderse de esas cosas?.
¿Hasta qué punto está dispuesto a hacer eso?.
¿Qué nivel alcanza su resistencia a cambiar?.
El perdón
El paso siguiente es el perdón.
Perdonarnos y perdonar a los demás es algo que nos libera del pasado. En A Course In Miracles se reitera una y otra vez que el perdón lo resuelve casi todo.
Yo sé que cuando nos quedamos atascados, por lo general eso significa que hay algo más que perdonar. Si en el momento presente no vamos fluyendo libremente con la vida, generalmente eso quiere decir que nos estamos aferrando a algo pasado. Puede ser arrepentimiento, tristeza, dolor, miedo, culpa, reproche, cólera, resentimiento e incluso, a veces, deseo de venganza. Cada uno de estos atados se genera en un reducto de dureza, en una negativa implacable a renunciar, a aferrarse y a instalarse en el presente.
El amor es siempre la respuesta a una especie de curación. Y la senda que conduce al amor es el perdón. Al perdonar se disuelve el resentimiento. Es una actitud que suelo abordar de diversas maneras.
Ejercicio: La disolución del resentimiento
Un amigo mío ideó un ejercicio, que siempre funciona, para disolver el resentimiento. Para hacerlo,siéntese tranquilamente con los ojos cerrados, y deje que mente y cuerpo se relajen. Después, imagine que está sentado en un teatro a oscuras, frente a un pequeño escenario. En él ponga a la persona contra quien sienta más resentimiento; no importa que pertenezca al pasado o al presente, que esté viva o muerta. Cuando la vea con claridad, imagine que a esa persona le suceden cosas buenas, cosas que serían importantes para ella, y véala sonriente y feliz.
Mantenga durante unos minutos esta imagen y después deje que se desvanezca.El ejercicio es éste, pero yo le añado un paso más. Cuando la persona desaparezca del escenario, instálese allí usted mismo. Imagínese que le suceden cosas buenas, véase feliz y sonriente. Dé se cuenta de que la abundancia del Universo está al alcance de todos nosotros.El ejercicio anterior, que para algunos será muy difícil de hacer, disuelve las sombrías nubes del resentimiento con que la mayoría de nosotros cargamos. Cada vez que lo haga, imagínese una persona diferente.
Practíquelo una vez por día durante un mes, y observe cuánto más ligero se siente.
Ejercicio: La venganza
Quienes caminan por la senda espiritual conocen la importancia del perdón, pero entre nosotros hay personas
que necesitan un paso previo antes de poder perdonar totalmente. A veces, al niño que llevamos dentro, para sentirse en libertad de perdonar, le hace falta primero vengarse. Por eso, este ejercicio es muy útil.
Con los ojos cerrados, siéntese en silencio, tranquilamente. Piense en las personas a quienes más le cuesta perdonar. ¿Qué le gustaría realmente hacerles?. ¿Qué tendrían que hacer para que usted las perdonara?.Imagínese que eso sucede ahora; entreténgase en los detalles. ¿Durante cuánto tiempo quiere que sufran o que hagan penitencia? Cuando sienta que ya ha acabado, condense el tiempo y dé todo por terminado, para siempre. Generalmente, en este momento uno se siente más ligero y se le hace más fácil pensar en perdonar.Complacerse diariamente en este ejercicio no sería bueno para usted, pero hacerlo una vez, a modo de cierre de un capítulo, puede ser muy liberador.
Ejercicio: El perdón
Ahora ya estamos en condiciones de perdonar. Si le es posible, haga este ejercicio en pareja; si no, hágalo
solo, pero siempre en voz alta.Vuelva a sentarse quieto, con los ojos cerrados, y diga:
«La persona a quien necesito perdonar es..., y la perdono por...».Repita insistentemente el ejercicio.
A algunos tendrá muchas cosas que perdonarles, a otros solamente una o dos. Si trabaja en pareja, haga que él -o ella- le diga: «Gracias, ahora te libero». Si trabaja solo, imagínese que la persona a quien está perdonando se lo dice. Hágalo durante cinco o diez minutos por lo menos, buscando en su corazón todas las injusticias que aún alberga, y después suéltelas; no siga aferrándose a ellas.
Ejercicio: Visualización
Otro buen ejercicio. Si puede, haga que alguien se lo lea, o grábelo en una cinta para escucharlo después.Empiece visualizándose como una criatura de cinco o seis años. Mire profundamente los ojos de ese niño. Veala ansiedad que hay en ellos y comprenda que la única cosa que quiere de usted es amor. Tiéndale los brazos y envuélvalo en ellos. Abrácelo con amor y ternura, dígale cuánto lo ama, cuánto lo quiere, cuánto le importa.Admire a ese niño, admírelo totalmente y dígale que está perfectamente bien cometer errores mientras se aprende. Prométale que usted estará siempre con él, pase lo que pase. Ahora, deje que ese niño se vuelva muy, muy pequeño, hasta que pueda guardárselo dentro del corazón. Consérvelo allí para que cada vez que mire abajo pueda ver esa carita que se levanta para mirarlo y brindarle todo su amor.Ahora, visualice a su madre como a una niña de cuatro o cinco años, asustada y en busca de amor, sin saber dónde encontrarlo.
Tiéndale los brazos, abrácela y hágale saber cuánto la ama, cuánto se preocupa por ella.Dígale que puede confiar en que usted esté siempre allí, pase lo que pase. Cuando se tranquilice y empiece a sentirse segura, deje que se vuelva muy pequeñita, hasta que pueda albergarla en su corazón, y guárdela allí,junto con su niño, para que se den muchísimo amor el uno al otro.
Ahora imagínese a su padre como un niño de tres o cuatro años, asustado y llorando, en busca de amor. Vea
cómo le ruedan las lágrimas por la carita, sin saber a quién volverse. Usted, que ya sabe cómo consolar a niños asustados, tienda los brazos para acoger al cuerpecito tembloroso. Consuélelo, arrúllelo, hágale sentir cuánto lo ama. Asegúrele que usted estará siempre allí, con él.
Cuando se le hayan secado las lágrimas, y cuando usted pueda sentirlo lleno de amor y de paz, deje que se vuelva muy pequeño hasta que pueda acogerlo en su corazón. Y guárdelo allí para que los tres pequeños puedan darse unos a otros mucho amor, y usted pueda amarlos a los tres.
Hay tanto amor en su corazón que con él podría curar a todo el planeta. Pero por ahora limitémonos a dejar que ese amor sirva para curarlo a usted. Sienta cómo una cálida ternura empieza a arder en el centro de su corazón, algo afectuoso y dulce. Y deje que ese sentimiento empiece a cambiar la forma en que usted piensa y habla de sí mismo.
En la infinitud de la vida, donde estoy,todo es perfecto, completo y entero.
El cambio es la ley natural de mi vida,y al cambio doy la bienvenida.
Me dispongo a cambiar y decido modificar mi manera de pensar.
Decido cambiar las palabras que uso.
De lo viejo a lo nuevo, avanzo con júbilo y soltura.
Perdonar es, para mí, más fácil de lo que pensaba.
Perdonar hace que me sienta libre y sin cargas.
Con júbilo aprendo a amarme cada vez más.
Cuanto más me libero del resentimiento,tanto más amor tengo para expresar.
El cambio de mis pensamientos hace que me sienta una buena persona.
Estoy aprendiendo a convertir el día de hoy en un placer.
Todo está bien en mi mundo.
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